Toca ya el momento de gestionar recursos para empezar a enfrentar los grandes problemas de la movilidad urbana de Mérida, y tal vez este tema no sea muy atractivo para un alcalde de tres años, pero para un ciudadano comprometido con el futuro de su ciudad, con la calidad de vida de sus habitantes y con la competitividad urbana para mantener las plusvalías inmobiliarias para las próximas décadas, este sí sea un motivo para vincular las políticas públicas en torno a la movilidad y la planeación urbana, así como para planear la gestión de recursos y cumplir con los objetivos y metas de un plan de movilidad a largo plazo que nos garanticen resultados medibles.
Las ciudades hoy en día representan el ámbito más complejo al cual se enfrentan los gobiernos locales. En este sentido los alcaldes se constituyen como las piezas claves para realizar acciones de alto impacto social y que además se sumen a la visión de largo plazo, a pesar de tener uno periodo relativamente corto para cumplir con sus compromisos. Es por esto, que las acciones que los alcaldes realizan día con día, por pequeñas o relevantes que sean, están construyendo poco a poco la historia del éxito de cada una de sus ciudades.
Los alcaldes tienen la carga más fuerte de un gobierno. Son los que enfrentan la gran responsabilidad de atender las demandas de la población de viva voz, de recorrer las calles y tener la capacidad de comprender qué es de lo que adolece su ciudad y su gente, para poder trabajar de manera asertiva y empática.
Sin embargo, los alcaldes por más exitosos que sean en su día a día, siempre se enfrentarán a tres grandes desafíos de manera permanente:
1. La vinculación entre sus políticas públicas
2. La visión a largo plazo de cada una de sus políticas públicas
3. La gestión de recursos financieros para cumplir con los objetivos y metas de cada una de las políticas públicas.
Con respecto a la primera, a la vinculación de las políticas públicas cabe señalar que es una de las principales debilidades de los gobiernos latinoamericanos, toda vez que parece que cada política pública se diseña, planea, gestiona e implementa en escritorios por separado. Sin embargo, aquellos contextos en dónde se ha priorizado el trabajo intersectorial, ha tenido grandes éxitos, tal es el caso de los “Parques Bibliotecas de Medellín” realizados durante el periodo 2004-2007, los cuales buscaron el reequilibrio social y territorial en las comunas más vulnerables de la ciudad.
“Los Parques Biblioteca no son concebidos como meros contenedores de libros sino como centros culturales, a manera de centralidades zonales, que además están conectados con la realidad social y que ofrecen oportunidades de desarrollo a la comunidad en función de las necesidades de ésta.”1
Este ejemplo implicó trabajar de una forma diferente. No desde una dependencia, sino desde un problema social detectado con asertividad. Es decir, la comprensión de los problemas de la gente, junto con la comunicación y la información que manejan las dependencias gubernamentales, son prioritarias para trabajar de manera vinculatoria y resolver un problema en específico.
El segundo punto tiene que ver con la visión de largo plazo de las políticas públicas. Y aquí entramos al verdadero reto al que se enfrenta un alcalde. ¿Hasta dónde llega el largo plazo de un alcalde? ¿Hasta el segundo año de su gobierno, justo cuando ya empieza a trabajar en la siguiente posición que le convendría tener afianzada antes de que se termine su administración municipal? O, ¿hasta después de 10, 20 o 30 años para poder evaluar el trabajo realizado?
El tema es muy complejo, pero aquí radica uno de los principales problemas de la planeación urbana de México. Los grandes problemas urbanos no se resuelven en un periodo gobierno municipal y por eso es tan importante que cada alcalde tenga consciencia de que le toca trabajar en un pedacito de la línea del tiempo y de que exista como consecuencia, una ruta programada y planeada para el largo plazo.
El tercer punto tiene que ver con la gestión de recursos financieros para cumplir los objetivos y metas de cada una de las políticas públicas. Pero ¿qué pasa si se cuentan con los recursos económicos para financiar las políticas públicas de corto plazo, pero que no contribuyen a resolver los grandes problemas para el largo plazo? Este es el nudo en el que los alcaldes se encuentran día a día. ¿Con qué tipo de aportación se les recordará en los próximos 30, 40 o 50 años? Es decir, ¿Cuántos recursos estamos utilizando hoy en día y en qué tipo de obras, que puedan ser significativas para mejorar la calidad de vida de los meridanos en el futuro?
En virtud de lo anterior y destacando que la labor de un alcalde es una de las más complejas, y que tal vez precisamente por ello, debería ser lo más sistematizada y fundamentada posible, tenemos que para el caso de Mérida hay un ejercicio pendiente que no puede aplazarse más: la vinculación entre la movilidad y la planeación urbana de la ciudad, en dónde la movilidad no puede seguir pensándose como el espacio por donde circulan los autos y mucho menos, como algo que puede atenderse sin tomar en cuenta los instrumentos y acciones de planeación y gestión del suelo urbano.
Asimismo, toca ya el momento de gestionar recursos para empezar a enfrentar los grandes problemas de la movilidad urbana de Mérida, y tal vez este tema no sea muy atractivo para un alcalde de tres años, pero para un ciudadano comprometido con el futuro de su ciudad, con la calidad de vida de sus habitantes y con la competitividad urbana para mantener las plusvalías inmobiliarias para las próximas décadas, este sí sea un motivo para vincular las políticas públicas en torno a la movilidad y la planeación urbana, así como para planear la gestión de recursos y cumplir con los objetivos y metas de un plan de movilidad a largo plazo que nos garanticen resultados medibles.
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http://www.catedramedellinbarcelona.org/archivos/pdf/34-BuenasPracticas-ParquesBiblioteca.pdf
Publicado originalmente en Por Esto! el 13 de enero de 2020
